Personajes

Alfonso Diez

alfonso@codigodiez.mx

Raúl, La sombra del Caudillo

* Miedo a ser delatados

* Una simple decisión personal

 

La esperanza que muchos tenían de que comenzaran los cambios en Cuba quedó rota.

Raúl Castro Ruz, de 76 años de edad, fue electo presidente de Cuba, sustituyendo a su hermano Fidel, de 81, que recién renunció a los cargos de mando por su enfermedad.

La elección de su “gabinete”, el Consejo de Estado, lo dice todo, no hay nuevas figuras, se trata de los mismos que han acompañado a los hermanos Castro en el gobierno a lo largo de las últimas décadas.

A pesar de que la mayoría de los 614 legisladores que integran el parlamento cubano nació después de que Fidel Castro llegara al poder, es decir tienen menos de cincuenta años de edad, eligieron para formar lo que podríamos llamar como su Poder Ejecutivo a 31 personas mayores.

Comenzando con su Primer Vicepresidente, el que sustituiría a Raúl en caso de que éste faltara, José Ramón Machado Ventura, tiene 77 años de edad y participó, al igual que casi todos los demás, en la lucha armada al lado de los hermanos Castro y del Che Guevara que culminó con la caída de Fulgencio Batista en enero de 1959.

Otro de los vicepresidentes, Juan Almeida Bosque, compañero de lucha, tiene 80 años de edad. Otro más, Julio Casas Regueiro, de 76 años de edad, vicepresidente también, fue nombrado Ministro de las Fuerzas Armadas, en sustitución de Raúl Castro.

Pareciera como si hubiera algún temor que impide que los nuevos cuadros gobiernen en la isla.

Como sucedió en México tras el triunfo de los que acompañaban a Venustiano Carranza en la lucha conocida como Revolución Mexicana, para terminar con Victoriano Huerta y los que asesinaron a Madero. Álvaro Obregón, Plutarco Elías Calles y Adolfo de la Huerta (y otros más) se deshicieron de Carranza y luego se fueron turnando el poder.

El gobierno de “los militares de la revolución” terminó cuando finalizó el mandato sexenal de Manuel Ávila Camacho, en diciembre de 1946, 26 años después del asesinato de Carranza y a 30 del triunfo de las armas sobre Victoriano Huerta.

A Carranza siguió De la Huerta en 1920, luego Obregón, Calles, Emilio Portes Gil, Pascual Ortiz Rubio, Abelardo Rodríguez, Lázaro Cárdenas y Manuel Ávila Camacho; ocho hombres en 26 años.

Cárdenas se cansó de los dictados del caudillo, Plutarco Elías Calles y lo expulsó del país. Se inició entonces la era del presidencialismo y con éste la de la dictadura perfecta, como la llamó el escritor Mario Vargas Llosa. La dictadura del partido único, que terminó en el año 2,000, con el triunfo en las elecciones por la Presidencia de la República de Vicente Fox.

Así que, en realidad, “el caudillo” Plutarco Elías Calles sólo “dictó sus instrucciones” a la clase política mexicana doce años, hasta 1936, cuando salió al exilio. La dictadura perfecta, el partido único formado por Calles, como PNR, PRM y finalmente PRI duró 72 años.

Pero no era el poder de un solo hombre el que ejercía el gobierno, era un grupo de “políticos” que se fue turnando durante generaciones el mando hasta que fueron derrotados en las urnas.

Pero para que esto último suceda necesita haber elecciones libres y libertad de expresión, de Prensa; democracia, en otras palabras; lo que no sucede en Cuba.

En su primer discurso como presidente electo, Raúl Castro dijo que “las decisiones de especial trascendencia para el futuro de la nación, sobre todo las vinculadas con la defensa, la política exterior y el desarrollo económico”… se le consultarán a Fidel.

El gobierno cubano actual pareciera no conocer la experiencia mexicana con su “Revolución de 1910”, aunque la conoce perfectamente. Pero no quiere recordar lo que pasó con Calles en 1936 y lo que sucede a los caudillos.

Fidel, Raúl y los cubanos en el poder, uno tras otro, siguen los viejos esquemas caudillistas. Se entiende en los dos primeros, pero ¿Y los demás? Y conste que ni siquiera se plantea el cambio del socialismo, se espera un cambio de forma, no de fondo que pudiera darse más adelante hacia etapas superiores.

Evidentemente, en un país en el que los derrotados fueron expulsados o ejecutados, los que se quedan lo hacen con miedo. Miedo a hablar, a protestar, a reunirse, a pensar… casi miedo a respirar. Miedo crónico.

“Fidel oye la hierba crecer y ve lo que está pasando al doblar de la esquina”, dijo ahora Raúl Castro, parafraseando al canciller fallecido Raúl Roa. Miedo crónico. Un miedo que no puede ser calificado de paranoide porque parte de una persecución real.

Colonia por colonia, manzana por manzana siempre hay un delator. Es la sombra del caudillo, que no deja que se mueva la hoja de un árbol sin su consentimiento y provoca tal temor a discrepar que ni siquiera se permiten pensarlo.

Lástima, el esperado cambio todavía tardará en llegar. Fidel teme a los cambios, como siempre que se pasa de cierta edad, pero en el caso de un gobernante ese temor es imperdonable, porque puede mantener en el sacrificio a su propio pueblo durante muchos años, por una simple decisión personal.

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